Para el hombre medio, el Derecho se asemeja a un enigmático castillo, rodeado de niebla. A veces, ésta se disipa, los espectadores se acercan y el telón se levanta. Es lo que está sucediendo con el juicio cuya segunda sesión tuvo lugar ayer en la Ciudad del Vaticano.
Del singular escenario judicial destaca el tribunal, que ha pasado de ocuparse de la microcriminalidad habitual (pequeños rateros que actúan entre los turistas vaticanos) a un caso enfocado desde todos los ángulos por las networks internacionales. Un tribunal laico, que utiliza un derecho contenido en el Código penal de la época más liberal de Italia, en el que la dignidad del encausado es defendida con uñas y dientes. Por eso su presidente ha ordenado una investigación en cuanto se ha hablado de “malos tratos”.