El pasado 19 de abril se celebró en la iglesia de los Jerónimos de Madrid el funeral de despedida de Juan Ignacio Trillo, un gran español, muy querido y respetado y muy activo miembro del Foro de la Sociedad Civil, quien fechó el último artículo de su vida el 12 de marzo y que ahora publicamos como homenaje póstumo a su memoria:
Cualquiera que conozca mi afición a la caza, que ya ha motivado la publicación de dos libros, podrá pensar con razón que este artículo va estar dedicado al mismo tema. En parte va a ser así, pero en lo fundamental el asunto es, sin duda, algo muy distinto.
El jabalí es un animal salvaje muy abundante en casi toda España. Es fiero, agresivo, valiente, montaraz, peligroso, omnívoro. Es un mamífero artiodáctilo que pertenece al orden de los suidos y cuya imagen fiera y agresiva era utilizada para adornar algunos escudos heráldicos de notables que tenían a gala ciertas características semejantes, como el valor, la astucia, la agresividad o la fiereza.
El jabalí, por último, tiene dos características más, nada despreciables. Como alimento, su carne puede resultar exquisita si se cocina bien, y la cecina y el chorizo son muy sabrosos y nada se desperdicia.
Para finalizar -y esta característica, con ser notable obviamente no es la más agradable-, le encanta chapucear en el barro, donde se revuelca, y hocicar entre la porquería buscando alimento.
¿Se van dando cuenta de por dónde voy?
El crecimiento desmesurado de la población de jabalíes se está convirtiendo en una plaga que comienza a extenderse por gran parte de nuestro país, y algo habrá que hacer para controlarlo. Pero la plaga más preocupante es la cada vez más numerosa de los que agreden, atacan sin piedad y sin pruebas, sorprenden la buena fe de los que creen en la verdad, buscan en la astucia la mejor arma para conseguir sus objetivos, hurgan y remueven la porquería una y otra vez para con ello obtener un pingüe beneficio sin importarles un ápice el daño que pueden hacer. ¿Para qué seguir?
Las características del jabalí nos ofrecen la oportunidad de ver cómo este agresivo animal puede simbolizar los peores defectos del ‘homo hispanicus’. Nada mejor que buscar algunos ejemplos significativos:
Las redes sociales. Nadie discute sus virtudes, pero también nadie puede negar que han facilitado a muchos voceadores, anónimos en muchos casos, un gran altavoz para opinar de todo. La libertad de expresión les ampara, pero el anonimato les protege e insultan, ofenden, amenazan y soliviantan.
Las televisiones. Dan carnaza y basura porque eso aumenta el ‘share’ y es lo que pide la audiencia (los romanos lo llamaban “el pueblo”). No lo olviden: para dirigir el imperio romano estaba el Senado.
La astucia. Arturo “el Astuto” monta con su grupo de secuaces, encabezados por el inefable Puigdemont, el desastroso ‘procés’. No se puede hacer peor. Es malo para ellos, para los catalanes, todos, para los españoles y para los europeos.
La agresividad. Nuestros partidos políticos se han olvidado totalmente de su primer gran objetivo, que debe ser España y el bienestar de todos los españoles. Son incapaces de unir esfuerzos para lograrlo y se agreden como si fueran enemigos en vez de adversarios, en busca sólo de votos para lograr el poder.
La maldad. En la Edad Media hay muchos bajorrelieves en monumentos funerarios románicos, sobre todo en Galicia, en los que el jabalí simboliza al Maligno que debe ser exterminado. Desgraciadamente, proliferan los malignos en nuestro país, y casos como los de Diana Quer y Gabriel, por no citar más que los dos últimos, lo ponen en evidencia. Algo habrá que hacer para defender a nuestra sociedad de este tipo de alimañas.
Podría seguir poniendo otros muchos ejemplos significativos, pero no es sólo cuestión de decir que en este país ya no cabe un tonto más. Es que sobran este tipo de animales que están empezando a ser una plaga.
De seguir así, sin tomar conciencia de la plaga de jabalíes humanos que se nos está echando encima, nos espera un futuro muy negro. Los viejos partidos no son capaces de reaccionar envueltos en sus problemas de siempre y cegados por su ambición. La ciudadanía comienza a hacerlo. ¿Será capaz alguno de los nuevos partidos de intentarlo?
Juan Ignacio Trillo López-Mancisidor
Doctor ingeniero industrial y abogado