Este ensayo trata de explicar por qué Europa no ha vuelto a tener una unidad imperial desde la caída de Roma y por qué China sí ha mantenido una unidad que, al margen de ocasionales divisiones y conquistas externas, ha perdurado durante más de dos milenios.
El autor se pregunta si pudo ser la caída del Imperio romano un hecho positivo para el mundo moderno, a pesar de una tradición catastrofista que nos obliga a verla con tintes negativos, incluso peyorativos.
Según Scheidel, la caída de Roma precipitó el tipo de innovación impulsada por la competencia y la libertad de un gobierno pequeño que hizo posible la modernidad. El mayor regalo de Roma a la posteridad, dice, no es que creara Occidente, sino que, al desaparecer, dejó espacio para que Occidente surgiera.