Efectivamente, cuatro presidentes americanos (Lincoln , Garfield, McKinley y Kennedy) han sido asesinados, bastantes más han sufrido atentados, y la violencia letal no ha perdonado a cargos menores como gobernadores, miembros del congreso, jueces o alcaldes. A esto se une el estímulo de la enmienda II a la Constitución americana, interpretada en junio de 2010 por el Tribunal Supremo federal como depositaria de un verdadero derecho individual de los ciudadanos – no simplemente de las organizaciones militares – “a tener y portar armas para su defensa personal”.Así las cosas, un observador no informado podría ver la política norteamericana como un circo de cuatro pistas, desde donde unos a otros se intercambian disparos y bombas, mientras que, desde una quinta pista, actúan los incitadores de la violencia (conspiradores).