Ante la cada vez más comprometida situación en Flandes, urgía Pío V a Felipe II para que no demorara más un viaje a aquellos dominios suyos, pues consideraba que su presencia allí contribuiría decisivamente a la pacificación de la provincia rebelde. En carta a su embajador, don Luis de Requesens, el Rey Prudente le daba instrucciones para que justificase ante el Santo Padre su tardanza en comparecer personalmente en territorio flamenco: “… su gran prudencia –le decía- debe considerar que estos asuntos tan graves se han de llevar cautelosamente, sin dar ningún paso precipitado, madurando las resoluciones y previniendo los obstáculos que se pueden encontrar en el camino para apartarlos, pues lo que se hace bien nunca se hace demasiado tarde” (el subrayado no es del escribano real, sino de un servidor de ustedes). Lo cierto es que el podrido asunto de los Países Bajos seguiría, eso, pudriéndose, desde la fecha y año de la referida carta (1567) hasta 1648, en que se saldó con la independencia de las Provincias Unidas. Todos sabemos lo que durante ochenta años costó poner no una, sino miles de picas en Flandes. Y es que las cosas, además de hacerlas bien, hay que hacerlas oportunamente.
Día: 27 de mayo de 2012
La necesidad de sanear la sanidad II
Del profesor Enrique Baca aprendí la necesidad de distinguir entre signos y síntomas como datos de partida a valorar para un correcto diagnóstico. Los signos son objetivos y mensurables (la temperatura del individuo, por ejemplo); los síntomas, por el contrario, son subjetivos y han de ser interpretados “en el discurso del paciente” (así, el dolor). Ocurre con frecuencia que un síntoma no constituye un indicio suficiente para formular un diagnóstico seguro, por lo que procede indagar la posible existencia de signos que lo confirmen. El dolor puede ser síntoma de un infarto de miocardio, pero sólo una exploración enzimática y electrocardiográfica permiten confirmarlo o descartarlo. Algo semejante sucede en el terreno económico y social.
Otro sabio amigo y colega (¡Hay que ver lo que se aprende del prójimo! ¡Casi todo!), el profesor Rafael Puyol, suele decir que el papel de los demógrafos es el de teloneros que abren a nuestra vista el panorama de los rasgos significativos que ofrece una sociedad. Vamos, que nos suministran buena parte de los imprescindibles análisis clínicos.
De modo que para diagnosticar el mal que padece nuestro Sistema Nacional de Salud (SNS), es preciso valorar correctamente los síntomas y signos que el mismo presenta, pero, sobre todo, es imprescindible conocer su etiología para poder combatirlo desde la raíz. Al margen de toda metáfora, lo cierto es que únicamente actuando en las verdaderas causas que hacen peligrar la supervivencia de nuestro SNS podremos hacer algo en favor de su sostenibilidad, como ahora se dice. Todo lo demás son tratamientos sintomáticos que sólo en parte, e interinamente, pueden contribuir a sobrellevar su delicada situación actual.