El presidente del Foro de la Sociedad Civil, Jesús Banegas, ha publicado un artículo de opinión en el diario ABC en el que asegura da media docena de razones que demuestran que España se encuentra en el mejor momento económico de su historia, tras haber atravesado la peor crisis sufrida jamás en nuestro país.
A continuación, reproducimos el texto de nuestro presidente:
No lo estropeemos
Mientras nuestros políticos, especialmente los «antisistema» y sus circunstanciales allegados, andan preocupándose de lo que menos interesa a los españoles, la sociedad civil empresarial -empresarios y trabajadores-, después de atravesar por una dura crisis económica -la mas profunda y prolongada de nuestra historia-, está empujando nuestra economía en una dirección inmejorable.
Sostienen los economistas «austriacos» que el fin de una crisis económica marca -¿una irónica tautología?- el comienzo de la recuperación; algo que se está cumpliendo ejemplarmente en España.
Según Jordi Maluquer, en su obra España en la economía mundial (2016), «la peor trayectoria española corresponde al periodo 2007-2014, con una caída media anual de la renta per cápita del 1,47%, frente a los siguientes peores periodos: 1929-1935, con un 1,30%, y 1935-1950, con un 1,06%».
Pues bien, tras haber atravesado la peor crisis económica de nuestra historia, hete aquí que, Juan José Toribio, en una «epifánica» crónica publicada por Comentarios de Coyuntura Económica (IESE, diciembre 2016), nos anuncia que España está «mejor que nunca (por extraño que parezca)». Con los habituales claridad y rigor con que nos tiene acostumbrados, el profesor Toribio nos descubre, con tanta perspicacia como brillantez analítica, que estamos atravesando «el mejor periodo coyuntural de nuestra historia».
Las seis razones que justifican que estemos mejor que nunca -a pesar de los agoreros que tanto abundan en España- son las siguientes:
Gozamos de una tasa -encadenada- sustancial de crecimiento; es decir, de una expansión económica superior a nuestro crecimiento potencial (aumentos de la población activa y de su productividad).
El crecimiento se está mostrando constante en el tiempo; no se alterna con contracciones.
El crecimiento es armónico al estar basado en la inversión y las exportaciones, lo que implica sembrar para el futuro.
El crecimiento se ve acompañado de un mantenimiento de los precios, lo que evita que la función productiva se vea distorsionada.
El crecimiento coexiste con equilibrio en las transacciones con el exterior, algo insólito en nuestra historia económica en la que los déficits de la balanza de pagos ahogaban la expansión de la economía.
La creación de puestos de trabajo acompaña el crecimiento económico, incluso lo supera; algo excepcional. «La consecución simultánea de los seis objetivos básicos mencionados -sostiene Toribio- no se ha producido nunca en la historia de ningún país, incluido España».
Además de poner de manifiesto nuestros formidables logros -que ni la mayoría de nuestros políticos ni de medios de comunicación quieren ver-, que deberían acrecentar nuestra autoestima, Toribio señala en su artículo los principales riesgos que amenazan tan brillante trayectoria: la urgencia de ajustar el déficit y la deuda del sector público, así como la necesidad de introducir reformas estructurales que, de una vez por todas, garanticen el pleno empleo y modernicen el aparato productivo español. Frente a la muy positiva realidad descrita, la mayoría de miembros del actual Congreso de Diputados, en vez de reconocerla y mostrarse a favor de su prolongación en el tiempo, destacan -con frecuencia, asombrosamente de acuerdo con el Gobierno- por su oposición a dicha trayectoria con propuestas y medidas del tipo:
Aumento de la fiscalidad empresarial, que lógicamente limita el crecimiento económico y del empleo.
Descuido del déficit y del consecuente endeudamiento públicos.
Amenaza de retrocesión de los modestos pero muy positivos cambios de la legislación laboral.
Consolidación y crecimiento de las trabas al libre mercado, así como de la fragmentación del mercado nacional.
Protección de los viejos sectores e intereses económicos frente a la irrupción de los nuevos.
Tras una década perdida como consecuencia no de la crisis internacional, sino de una pésima e irresponsable política económica*, España tiene hoy la oportunidad histórica de recuperar el tiempo perdido en términos de crecimiento económico y del empleo, pero, sobre todo, de nuestra productividad y de la consecuente renta per cápita, únicos sostenes posibles de nuestro Estado de Bienestar a largo plazo; si no nos empeñamos en estropearlo.
*En el periodo 2009-2015, países como Australia, Singapur, Corea y EEUU han incrementado su renta per cápita en un rango del 40% al 17%, mientras que España -junto con Italia- la disminuyeron un 13%. La correlación inversa entre crecimiento de la renta per cápita y del endeudamiento público en dicho periodo es muy robusta.