Juan José Toribio, profesor de Economía del IESE, ha publicado un artículo en la revista Comentarios de Coyuntura Económica en el que recuerda que España está atravesando por el mejor periodo coyuntural de su historia.
Dado el interés del artículo, a continuación reproducimos su contenido, con permiso del autor:
A estas alturas, el lector puede encontrarse abrumado por la oleada de noticias inquietantes en el mundo económico. Cuando todavía no nos hemos repuesto de las preocupaciones procedentes del Brexit ni hemos aprendido a asimilarlo, aparece en el panorama la sorprendente elección de Donal Trump como POTUS (“President of the United States”), con toda una secuela de interrogantes: proteccionismo comercial, nacionalismo económico, aumento del gasto público con reducción de impuestos, nueva política energética etc. Y todavía nos quedan serias incertidumbres sobre la suavidad o brusquedad en el aterrizaje económico de China, con inevitables consecuencias sobre la economía de países exportadores de materias primas. Otros temores se asocian, por último, al auge general de los populismos, que Antonio Argandoña analiza en esta misma publicación, con su acostumbrado rigor académico.
Tratando de evitar todo efecto deprimente, huir del excesivo pesimismo y respirar un poco de aire fresco, he logrado concentrarme en el análisis de la coyuntura española, y en ese ejercicio, los resultados son sorprendentes: por extraño que en primera instancia nos parezca, España está atravesando el mejor período coyuntural de su historia. Así, como suena. Al menos, eso revelan los datos actuales cuando se les compara con los de los últimos treinta y tantos años, según la agrupación por decenios publicada por Eurostat(*). Veámoslo.
¿Cuándo decimos que una economía (la española, es este caso) está atravesando un buen período coyuntural? Repasemos los conceptos básicos, según los cuales, toda comunidad nacional mantiene al menos seis objetivos fundamentales en lo económico:
1.-Obtener una tasa sustancial de crecimiento del PIB en términos reales, es decir a precios constantes o -como ahora se calcula- en volumen encadenado. Qué ha de entenderse por “sustancial” no siempre resulta claro, pero podemos admitir como tal una expansión económica superior al crecimiento potencial del país, definido, a su vez, por el aumento previsible de la población activa y el incremento histórico de su productividad.
2.-Que el crecimiento sea sostenido en el tiempo. Un solo año de crecimiento, o una expansión meramente transitoria seguida de períodos de contracción, no sería aceptable para nadie.
3.-Que el crecimiento económico sea armónico en cuanto a sus componentes por el lado de la demanda. Así, el desmesurado aumento de alguno de los sumandos (por ejemplo, el consumo público) con práctico estancamiento de los demás, no resultaría en modo alguno satisfactorio. Todos deseamos, más bien, que la expansión económica del país proceda de la inversión (en especial, bienes de equipo) y de las exportaciones, porque eso -nos parece- equivale no sólo a crecer hoy, sino además, a sembrar para el futuro.
4.-Que el crecimiento venga acompañado de un mantenimiento de los precios, sin incurrir en deflación, o -lo que es mucho más frecuente- en altas tasas de inflación que distorsionan la función productiva y producen súbitos cambios en la distribución de la renta. Se aspira también a evitar la llamada “inflación de activos”, nombre piadoso con el que los economistas denominan a las burbujas especulativas.
5.-Mantener, a lo largo de todo el proceso de crecimiento, un equilibrio -siempre difícil- en cuanto a las transacciones con el exterior. Los déficits de balanza de pagos suponen, por necesidad, una apelación equivalente al ahorro externo. Históricamente, la experiencia nos demostraba que cuando el déficit exterior alcanzaba un nivel exagerado, se resentía la confianza en el país, cesaba la financiación internacional, se agotaban las reservas de divisas, y era necesario devaluar la moneda, con sus secuelas de inflación y pobreza. La última crisis nos ha enseñado, además, que las cosas pueden ser aún más duras cuando sólo cabe recurrir a la llamada “devaluación interna”.
6.-Por si fuera poco, todo país aspira a que su crecimiento económico venga acompañado de creación de puestos de trabajo, aunque de acuerdo con la llamada “ley de Okun”, el empleo tienda a aumentar a tasas sensiblemente inferiores a las correspondientes al PIB.
“Feliz- dirían- aquel país cuyo crecimiento económico sea sustancial, sostenido, armónico, estable en precios, equilibrado frente al exterior y con generación razonable de empleo, pero ello no es probable que ocurra”. Siempre ha surgido una u otra distorsión económica, manifestada en recesión, o en inestabilidad cíclica, insuficiencia de inversión o exportaciones, inflación, déficit exterior, o escasa generación de empleo. De hecho- se afirma- la consecución simultánea de esos seis objetivos básicos no se ha dado nunca en la historia de ningún país, incluido España.
Bueno, pues ahora sí. Y para comprobarlo, sólo es necesario revisar el conjunto de los datos que aporta el cuadro adjunto, en el que se compara la radiografía española de los tres años más recientes, con la correspondiente a períodos anteriores de las últimas décadas, según la agrupación de Eurostat. Vayamos al cuadro.
1.- El primero de los objetivos antes señalados como deseables (crecimiento real del PIB) resulta sobradamente alcanzado en España durante los dos últimos años, un período en el que el crecimiento económico (3,2%) supera ampliamente al registrado, como promedio anual, en cualquiera de los períodos históricos seleccionados.
2.- Más difícil es, desde luego, saber si el segundo de los objetivos (sostenibilidad de la expansión económica en el tiempo) puede considerarse alcanzado, aunque todas las previsiones indican que, durante el ejercicio 2017 y siguientes, la tasa de crecimiento española, aunque desacelerada, continúa siendo considerable.
3.-Desde el punto de vista de la composición de ese sustancial crecimiento, también los datos comparativos resultan favorables. La formación de capital mantiene un acusado dinamismo, claramente superior al de los períodos históricos precedentes, en especial, si se considera que el dato incluye la evolución del sector de construcción inmobiliaria, que permanece aún a niveles muy bajos. Por su parte, las exportaciones de bienes y servicios representan hoy todo un 33% del PIB, un nivel superior en varios puntos al de ejercicios anteriores. El actual crecimiento español parece, pues, basado en inversión y exportación, una estructura mucho más deseable que la registrada en todos los períodos históricos considerados.
4.-El cuarto objetivo, relacionado con la estabilidad de precios, resulta también alcanzado en medida muy superior al de cualquier otro de los años de referencia. Quienes venimos analizando la economía española desde hace tantos años (más de los deseables), no recordamos, ni podríamos imaginar tasas de inflación tan bajas como las que el cuadro adjunto revela y, desde luego, no durante un período tan prolongado. Quizá, ni unos ni otros valoramos suficientemente lo que la ausencia de inflación significa para el bienestar social.
5.- Tanto o más positivos son los datos relacionados con el quinto objetivo (equilibrio de pagos frente al exterior), como puede advertirse en el cuadro. La economía española lleva tres años seguidos con superávit en balanza de pagos por cuenta corriente, una situación que no recuerdan haber vivido ni los más viejos del lugar, pero que es positivamente apreciada en el ámbito internacional.
6.- Por último, bien vale la pena considerar el intenso ritmo de generación de empleo. De hecho, se ha venido aproximando paulatinamente a la propia tasa de crecimiento del PIB, una situación que también carece de precedentes y que coloca a la economía española entre las pocas, y afortunadas, excepciones a la ley de Okun.
En este panorama favorable no faltarán quienes señalen riesgos en el horizonte, básicamente asociados a la urgencia de ajustar el déficit y la deuda del sector público (ahí el país no cumple), así como de introducir reformas estructurales que, de una vez por todas, aseguren el pleno empleo y modernicen el aparato productivo español. De no hacerlo así, el actual cuadro clínico de crecimiento sustancial, sostenido, armónico, con estabilidad, generación de empleo, y equilibrio exterior, podría agotarse pronto.
Quizá, pero mientras dure, procuremos disfrutarlo.
Fuente: Eurostat y elaboración propia