Se atribuye a Teresa de Cepeda la frase “en tiempos de tribulación no hacer mudanza”, que muchos han vulgarizado aplicándola a la vida corriente y a la indeseabilidad de introducir cambios importantes (generalmente legislativos) al socaire de acontecimientos que hayan despertado la alarma social. “Legislar en caliente” se llama a eso en el lenguaje periodístico.
Es un buen consejo.
Pero esta prudente y sensata opinión tiene su contrapartida en la actitud, que desgraciadamente observamos en muchos de nuestros ámbitos, ante la evidencia de sucesos gravísimos que, siempre, se pretenden presentar como puntuales en su extensión y excepcionales en su presentación.
Es la postura que proclama “no pasa nada”. Y no es una buena postura.
En estos días, una joven de 16 años (no es una niña) con algunas discapacidades motoras y cognitivas (al decir de las noticias) se ha suicidado. La Prensa riega con abundantes “presuntos” la noticia, a fin de no incurrir en las iras de unos y otros y, sobre todo, de salvaguardar responsabilidades. Es normal en este mundo de lenguajes políticamente correctos.
Pero hay un hecho desnudo: se ha suicidado, y antes de hacerlo ha explicado el porqué. La acosaban, la perseguían, la amenazaban a través de las redes sociales, la extorsionaban y la agredían. Nadie parece cuestionar, ni mucho menos desmentir, eso y nadie tampoco niega saber quién lo hacia: un “compañero” de 17 años (que tampoco es un niño).
Hasta aquí hechos comprobados, pura facticidad. Desde aquí, barahúnda de escaqueos, explicaciones más o menos incompletas, ocultamientos, peloteo de responsabilidades, excusas más o menos verosímiles y atrincheramiento tras los consabidos “yo no lo sabía”, “no era para tanto”, “a saber dónde está la verdad”, “quién lo iba a prever”.
Tras ello parece gravitar, se adivina, una pesada atmósfera de miedos, complicidades, irresponsabilidad, buenismos mal entendidos y, presidiéndolo todo, la gran y maldita presencia del “no pasa nada, no va a pasar nada”.
Parece ser que un juez va intervenir en el tema. No es mala cosa que la justicia se interese por algo que ha llevado a la muerte a un ser humano que estaba saliendo de la adolescencia. Con sus peculiaridades, como todos. Con sus inseguridades, con sus dificultades, con los que ustedes quieran. Un ser humano que se tiró por el hueco de unas escaleras porque no podía aguantar más lo que le hacía otro ser humano en los umbrales de la adultez, que nos despierta, perdonen ustedes, mucha menos simpatía.
Todo ello, por lo visto, está aderezado con una abundantísima presencia de protocolos y burocracia , de unos que dicen que lo comunicaron y de otros que lo niegan, de padres angustiados y otros padres de los que se sabe poco o nada. De amenazas por parte de “yo y mis primas” y de agresiones que no fueron tan individuales. De mucho mirar hacia otro lado.
Epicteto no sabe si el Instituto de Educación Secundaria Ciudad de Jaén está o no suficientemente dotado. No sabe si los recortes (mantra efectivo donde los haya) afectaron gravemente o no a su funcionamiento. No sabe si la población atendida está o no especialmente necesitada de soporte y apoyo.
Y no les quepa duda que nos gustaría poder saberlo.
Pero hay algo que desgraciadamente sí sabemos ya. Que no supieron proteger eficazmente la vida de su alumna.