Escribo este comentario, a petición de Alfa y Omega, cuando aún está viva la concentración convocada en la Puerta del Sol que se ha ido extendiendo a otras plazas simbólicas de distintas ciudades de nuestro país.
No quiero entrar en elucubraciones sobre el origen de estas manifestaciones o si tal o cual fuerza política pudiera estar solapadamente respaldándolas. No deseo tampoco aventurarme a afirmar si tuvieron en su origen un carácter espontáneo o inducido, o si se trata de asambleas puras e ingenuas o encierran intereses ocultos que todavía no se han puesto efectivamente de manifiesto. Sí es menester destacar que la primera reacción de la mayoría de los ciudadanos al conocerse la noticia fue de una general simpatía pero que conforme transcurrían las horas y se daban a conocer distintas declaraciones y manifiestos por parte de los organizadores, la simpatía empezaba a desvanecerse para llegar a configurar un clima de mayor escepticismo sobre la viabilidad de muchas de sus propuestas.
Es evidente, en todo caso, que esta clase de concentraciones encuentran su punto de apoyo en las nuevas tecnologías, en especial internet y la telefonía móvil, junto a la implantación de las llamadas redes sociales, instrumentos todos ellos al alcance de cualquier muchacho de mediana edad.
El caldo de cultivo para este tipo de movimientos asamblearios ha residido, a no dudarlo, en la espantosa cifra de paro que arrastra nuestro país y que golpea, de manera especial, a las capas más jóvenes de nuestra sociedad.
Pero yendo a la raíz del problema y al fondo de la cuestión, hay que afirmar sin ambages que ha sido la conducción de la crisis económica por parte de nuestro gobierno la que ha desencadenado este clima generalizado de malestar ciudadano. Primero se negó la crisis. Luego se dijo que sería pasajera y que en poco tiempo se superaría y hoy algún portavoz muy autorizado del Ejecutivo aventura muchos años de esfuerzo y sacrificio para que España sea capaz de crear empleo. Si a ello se une el que la clase política en su conjunto –salvando, como es lógico, a significativas individualidades- no está dando muestras de un comportamiento ejemplar y responsable, tenemos ya los ingredientes necesarios para que la tensión social alcance cotas muy altas que hacen posibles protestas como las que hemos contemplado estos días.
En principio, la mayoría de las proclamas que inicialmente hicieron los manifestantes eran todo menos originales y sorpresivas. No a la partitocracia. Necesidad de una nueva Ley Electoral. Rechazo de la corrupción. Los políticos no representan las aspiraciones y deseos de la sociedad etc, etc. Todo ello no suponía una gran novedad pues muchas de estas cuestiones vienen siendo recogidas con frecuencia en la mayoría de los medios de comunicación. Algunas otras peticiones que han reclamado los manifestantes son demasiado utópicas y con poco fundamento por lo que no merece la pena tomarlas en consideración.
Esta situación que estamos viviendo acredita, en realidad, algo que es imprescindible destacar y que está en el origen del problema. Digámoslo claro: España está desde hace algún tiempo sin gobierno y, es lógico en consecuencia que la sociedad se rebele y manifieste un creciente malestar. Al Sr. Rodríguez Zapatero su propio partido le ha invitado a marcharse. Mientras tanto, como se ha obstinado en no convocar elecciones generales y no se ha podido encontrar un sucesor porque éste deberá elegirse después de un dilatado proceso de primarias, ha dejado al país sumido en una lamentable interinidad. El país está pues sin gobernar y la propia conducción del asunto de las concentraciones callejeras así lo acredita. Todo ello tiene y seguirá teniendo unas consecuencias sumamente negativas para la imagen de España en el exterior.
Estamos, pues, en un momento de grave desorientación nacional y así no debemos seguir. La agonía del gobierno Zapatero está causando un enorme destrozo en las estructuras del país. Es lógico que cunda la desazón en la sociedad. Una sociedad a la que se ha venido desarmando con malsana insistencia, de aquellos valores y fundamentos que necesita para robustecerse y sostener el alma de la nación.
Ignacio Camuñas Solís
Presidente del Foro de la Sociedad Civil