El Diccionario de la RAE define como eufemismo a “la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Otra forma de denominar esta forma de proceder es lo que se conoce como “emplear el lenguaje políticamente correcto”. Esto es lo que ocurre cuando nuestros políticos, y desgraciadamente algunos mandos, se refieren a las misiones y actuaciones de nuestras Fuerzas Armadas (FAS). Veamos algunos ejemplos.
Últimamente se está difundiendo entre nuestra sociedad la idea de que nuestras FAS son fundamentalmente una herramienta más en manos del Gobierno de la nación para la acción exterior del Estado, cosa que, sin dejar de ser cierta, no explica suficiente ni claramente lo que son y para lo que son y están.
El mencionar el artículo 8 de la Constitución es hoy políticamente incorrecto y, por el mero hecho de recordarlo públicamente, no hace mucho, un teniente general de nuestro Ejército fue arrestado y cesado en su destino. No, hoy no es políticamente correcto recordar las misiones reales de nuestras Fuerzas Armadas, que, según nuestra Constitución, son “garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”. Por supuesto que, de acuerdo también con la Constitución, esto se hará a las órdenes del Gobierno y con la aprobación de las Cortes.
A las Fuerzas Armadas se las quiere ver fuera de España, distribuyendo y prestando ayuda humanitaria, en misiones de paz o instruyendo a las fuerzas locales. En el interior de España –para una buena parte de la sociedad- solamente se las tolera en la forma de la Unidad Militar de Emergencias o en misiones similares no militares.
Los que no quieren que se diga o recuerde lo que en la Constitución está meridianamente claro, es decir, que están para defender la “integridad territorial y el ordenamiento constitucional”, hacen sospechar que no están dispuestos a defender esos valores, incluso si fuera necesario con las FAS; por eso no quieren ni oír hablar de ello.
Otro grave eufemismo es evitar decir que las FAS están organizadas, instruidas y preparadas para el combate y la batalla contra otras fuerzas o elementos armados. Ésa es su misión fundamental y su razón de ser. Las demás misiones o cometidos son subsidiarios, incluido el de apoyar con su presencia la acción exterior del Estado. Si nuestra seguridad nacional o la de nuestros aliados se viera amenazada, tanto en el interior como en el exterior, por elementos armados que rebasaran la capacidad de las fuerzas y cuerpos de la seguridad del Estado, habría que recurrir a las FAS, primero con su disuasión, pero, si esta también falla, con su fuerza; es decir, con el combate. Esto también es hoy políticamente incorrecto y hay que recurrir al eufemismo de decir que no están para combatir, sino “para proporcionar seguridad” y para dialogar.
El evitar que los riesgos se conviertan en amenazas a la Seguridad Nacional, el reducir nuestras vulnerabilidades y el tratar de actuar sobre los potenciadores del riesgo es misión del Gobierno, quedeberá utilizar todos los medios a su alcance, pero, en último extremo, tendrá que emplear las FAS, y éstas actúan con sus armas, cosa que deben saber nuestros posibles adversarios, porque, si no, no hay disuasión posible.
Nadie duda de que las FAS son una herramienta dura y peligrosaporque emplean la fuerza, e incluso la fuerza letal, para cumplir su misión, pero esa misión no se la inventan ellas. Esa misión, ese objetivo a cumplir, se lo fija el Gobierno de la nación, con la aprobación de las Cortes.
Es cierto que las FAS están adiestradas y preparadas para alcanzar sus objetivos, minimizando no sólo los daños colaterales, sino también las bajas tanto propias como enemigas, pero esto no puede garantizarse al cien por cien, aunque las nuevas tecnologías ayudan a ello.
También se está difundiendo la idea de que los conflictos armados se pueden resolver solamente con medidas diplomáticas, sanciones y, todo lo más, con bloqueos, y eso sí, bombardeos aéreos que a menudo se dice que son para proteger a la población y que de esta forma se evita emplear las fuerzas de tierra. Lo que no se dice es que para proteger a esa población se destruye a otra y que lo que se hace es lanzar tropas de tierra de otros países o facciones del mismo país que peor instruidas y protegidas sufren muchas más pérdidas. En la mayor parte de los conflictos actuales no hay que olvidar que se trata de ganarse a la población, que se lucha entre, por y para la población civil, y para ello hay que estar allí con un plan político adecuado y concreto.
Finalmente, es curioso observar que en la normativa actual española ha desaparecido la tradicional palabra movilización como incorporación de reservistas a las Fuerzas Armadas, cuando los efectivos del Ejército permanente no son suficientes para hacer frente a las amenazas. En su lugar se ha adoptado el eufemismo de “incorporación adicional de ciudadanos a la Defensa” (Art.29 de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional).
En resumen, parece que se trata de no llamar a las cosas por su nombre, creyendo -quiero pensar que ingenuamente- que, por no citarlas, no existan.