Cuando yo era estudiante universitario, hace ya desgraciadamente muchos años, había un servicio militar obligatorio que, en el caso especial de los estudiantes universitarios, podía realizarse dedicando dos veranos a la estancia interno en un campamento militar y, una vez terminada la carrera, seis meses de prácticas, ya como alférez o sargento en el destino que a cada uno le correspondiera según su antigüedad en el rango, su universidad de procedencia y los puestos disponibles.
Cada Ejército tenía su propia milicia universitaria, siendo en cierto modo distintas por sus especiales características la del Aire y la Naval, y mucho menos numerosas, lo que obligaba a establecer determinadas condiciones para el ingreso.
El sistema establecido, además de otras circunstancias, obligaba en la fase campamentaria a una convivencia con otros muchos compañeros de las más diversas partes de España y de los orígenes más variados, que se complementaba posteriormente, en los seis meses de prácticas, con la estancia en un destino, normalmente en una ciudad alejada de la universidad de referencia.
Se conseguía de este modo una relativa formación militar útil para el Ejército y para el estudiante, a pesar de los trastornos que le suponía y que, sin embargo, le enseñaba, en la mayoría de los casos, valores como Patria, disciplina, solidaridad, austeridad y otros que son muy importantes en la vida y muy valorados por los militares.
La evolución de nuestra democracia ha supuesto la desaparición de esta institución y ha afectado, a mi juicio, profundamente a esos valores a los que antes hacía referencia. Especialmente creo que la idea de Patria o, lo que es lo mismo, de España, al coincidir también con el vertiginoso desarrollo de nuestras autonomías, ha sufrido un daño que puede llegar a ser irreparable.
En Europa, conscientes los responsables europeos de la importancia de que los universitarios valoraran la unidad y la solidaridad europeas, coincidieron en que para ello lo más importante era que cada vez la conocieran mejor y para ello pusieron en marcha el programa Erasmus, de éxito más que reconocido, y que permite a los estudiantes disfrutar de una beca anual que les facilita cursar un año de sus estudios en una universidad de otro país europeo.
Me atrevo a pensar que España necesita un Erasmus nacional que permitiera a nuestros universitarios conocer nuestro país, su pluralidad y su maravillosa diversidad, la bondad de sus gentes, tan diferente de la agresividad de nuestros políticos, nuestra verdadera historia y no la deformada por nacionalismos obsesionados y tantas cosas más. No arreglaríamos los problemas de hoy, pero sin duda facilitaríamos la resolución de los de mañana.
No es lógico ni conveniente hablar de pluralidad sólo para marcar diferencias que en bastantes ocasiones incluso son inventadas. Debemos ofrecer a nuestros universitarios un sistema como el Erasmus, acaso el Cisneros, que les permita conocer nuestro país, porque sólo así lo podrán valorar y respetar. Hacer un curso completo en una universidad de otra autonomía debidamente becado y seleccionando para ello a los mejores estudiantes tendría, sin lugar a dudas a medio plazo, un efecto especialmente positivo, porque resulta obvio señalar que dentro de unos años de entre esos universitarios saldrán los lideres que deberán regir el destino de nuestro país. A nosotros nos corresponde sugerirlo. Serán otros los que consideren la bondad de la idea y, en su caso, la conviertan en realidad.