El reciente anuncio de la subida del IVA nos ha recordado que ante las críticas la amnistía fiscal, desde el Gobierno se justificó como la única alternativa a ese aumento. Ahora resulta que tendremos la amnistía y mayor IVA, pero lo más grave de la cuestión no es el cambio de criterio del gobierno, ni su posible efecto sobre el consumo. El verdadero problema viene del planteamiento inicial, que supone aprobar algo que se admite que es incorrecto (la amnistía) porque es útil (se recauda más y se evita subir el IVA). Según este razonamiento la ética es algo que se respeta si se puede, pero que en determinados casos se convierte en un lujo del que hay que prescindir, pues ya decía sir Francis Bacon hace cinco siglos que la política y la moral son muy difíciles de compatibilizar. En realidad sucede todo lo contrario, pues la convivencia social y la economía descansan sobre el armazón de las creencias comunes sobre lo que es justo o ético, y si se deslegitiman los comportamientos morales, lo que se produce es la desmoralización en todos los sentidos, y la quiebra del sistema.